Que sí, que Sonic 2, Golden Axe, Ristar... son todos juegazos como la copa de un pino. No cabe duda. Pero hay títulos que trascienden el término "juegazo". Y por más que sea cierto que su segunda parte fue la que se alzó como uno de los mejores (si no EL mejor) beat'em up de todos los tiempos, Streets of Rage tiene un carácter rompedor que, ahora, podremos llevar con nosotros y disfrutar en cualquier lugar.

En 1991, con Capcom manteniendo un firme pulso sobre el aún vibrante género de los "reparte tollinas", Final Fight arrasando en los recreativos desde 1989, y Street Fighter II World Warrior creando una leyenda, guantazo a guantazo, desde febrero de ese mismo año, el equipo creativo AM7 R&D de SEGA (posteriormente conocido como CS2 R&D) saltó a la palestra con un desarrollo directo para Mega Drive que pondría patas arriba el feudo de Capcom. Streets of Rage (Bare Knuckle en Japón) cogió lo mejor de la fórmula SEGA del beat'em up (deudor de otros esfuerzos de la casa es, por ejemplo, el uso de una "magia" especial, en forma de bombazo, que elimina de un plumazo a todos los esbirros en pantalla), lo sumó a los ingredientes de la receta Capcom, y logró un pastel de nudillos cuyo impacto supondría un sonoro golpe sobre la mesa de la industria.
Las portadas, japonesa y occidental, pasarán a la historia, por las razones equivocadas...
El elenco clásico, nunca superado en entregas posteriores
Y "sonoro"...