Hablar de la serie Super Mario es hablar de una de las franquicias más famosas de la historia del videojuego. El célebre fontanero de Nintendo, además de ser el personaje por excelencia de la veterana compañía de Kioto, es todo un icono de la cultura popular, su mera imagen es pura representación o adjetivo de […]

Hablar de la serie Super Mario es hablar de una de las franquicias más famosas de la historia del videojuego. El célebre fontanero de Nintendo, además de ser el personaje por excelencia de la veterana compañía de Kioto, es todo un icono de la cultura popular, su mera imagen es pura representación o adjetivo de la palabra videojuego y de toda la monstruosa industria que hay detrás.

Siempre que se habla de esta franquicia de plataformas a menudo salen a relucir como favoritas las mismas entregas de siempre: Super Mario Bros. 3, Super Mario World, Mario 64, Super Mario Odyssey… Estas breves líneas que hoy comparto con vosotros he querido dedicárselas a Super Mario Land, uno de los juegos que junto a Tetris y la portátil Game Boy eran sinónimo de jornadas enteras de adicción portátil, una especie de santa trinidad que a su poseedor otorgaba el poder de la diversión infinita y la capacidad para generar amigos en todas partes.
Su jugabilidad no difiere demasiado respecto a otras aventuras de Mario pero posee pequeños matices que le conceden cierta personalidad. Incluso en la imagen de la portada del pequeño cartucho gris ya podemo...