En cada episodio de la serie Assassin’s Creed que se ambienta en distintos momentos de la historia, hay un momento que ansío. Conocer a algún personaje histórico, planificar un asesinato a la perfección desde las sombras, arrastrarse hasta la cima de una maravilla arquitectónica para hacer un icónico salto de fe. Ese momento siempre impresiona y centra mi experiencia en la época o la historia en la que se ambienta la entrega.

En mi demo de tres horas de Assassin’s Creed Valhalla, ese momento llegó al final de un asalto sangriento, en el que Eivor, mi heroína vikinga, trepó a lo alto de un monasterio sitiado para hacer sonar un cuerno de guerra enorme indicándole a la región que era invicta y vencedora. Aunque Valhalla mantiene algunos de los pilares tradicionales de la serie (¡que sepáis que la hoja oculta ha vuelto!), sus sistemas de batalla, sus batallas contra jefes de inspiración tradicional y sus retos adaptados a la época me incitaban a coger un escudo vikingo y gritar “¡SkÃ¥l!”.
Valhalla, que está ambientado en el siglo IX, explora la invasión vikinga de Inglaterra y todos sus detalles espantosos y gloriosos. Eivor es un miembro del clan cuervo, respetado (o respetada) por buscar alianzas y paz para su gente, mientras que intentan asentarse en nuevo mundo. Naturalmente, la paz a veces llega después de la espada.

La demo que jugué se centró en una misión que consistía en proteger a un futuro dirigente de la r...