Vale, todas y todos hemos asumido como algo natural, producto de ese pacto invisible entre jugador y creativo, el hecho de que el protagonista de un videojuego debe de tener a su disposición toda clase de utensilios y armamento con el fin de poder superar los obstáculos que se le presentan y, de paso, procurar cierta variedad y divertimento a la obra. Con el propósito de organizar tanto cacharro, como es lógico, el jugador dispone de ese socorrido inventario del que echar mano cual chistera de mago para extraer cualquier excentricidad que se le pase por la cabeza al genio creativo de turno. Y es que de todo es posible encontrar en estos cajones desastre de los videojuegos: huesos de dragón, escudos, hachas, revólveres, bazucas, unguentos, brevajes, escopetas, cortadoras de plasma, cañones... Mejor así, pues si fuese de otro modo seguro que más de uno de nuestros personajes preferidos acabaría con una lesión lumbar de narices. 
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