Hay juegos divertidos, amenos, casuales, difíciles de narices y otros tan largos, que los empiezas en la adolescencia y los acabas cuando tu mujer de avisa de que ya está saliendo de cuentas. Hablamos de esos juegos tan especiales e inabarcables que siempre puedes revisitar, con cariño, aunque para cuando recuperes la partida ya no sepas ni cómo se controlaba a tu personaje. Su extensión se mide por kilómetros, sus personajes por millares y sus detalles no son cuantificables. Constituyen un universo en sí mismo en el que si el gamer se atreve a entrar, corre el riesgo de no regresar jamás al menos, de una pieza. A estas megalomanías hechas videojuego va dedicada nuestra viñeta de la semana.
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