Una reflexión sobre Bioshock Infinite

Por Rufus
No me lo toméis a mal, pero el desenlace de Bioshock Infinite me ha dejado algo confundido y frío, con una cara de tonto que ríase usted de Hodor, el enorme y bonachón discapacitado mental de Juego de Tronos. En resumen, tras una buena repasada al juego, me he quedado atónito con tal baturrillo de elementos que, digámoslo con palabras amables, no me acaba de convencer. 
Y no es para menos, puesto que la puesta de largo del título fue espectacular en todos los medios que se deshacían en elogios hacia lo más reciente de Ken Levine y sus equipos australiano y estadounidense, conocidos por su nombre de batalla como Irrational Games. En La Caverna, no nos ha disgustado el título pero creemos, sin embargo, que hay algo de exceso en la contemplación de Infinite como obra maestra del ocio electrónico e incluso, echando la vista atrás, queda algo por debajo de su predecesor, Bioshock a secas. De acuerdo, la escenografía es espectacular y el arranque, un claro homenaje al primer Bioshock que a más de uno le puede poner el vello de punta. El desarrollo del juego en el nivel difícil (que es el que hemos superado nosotros) ya es otra historia. Ante todo, no debemos olvidar que nos encontramos ante un juego de disparos en primera persona, a pesar de tener una de las carcasas más hermosas y exuberantes vistas hasta la fecha. Es, por lo tanto, un juego de mata-mata a todo lo se mueva salvo por algunos tramos más cont...